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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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II.3.0.14. Crecer en Gracia: sentido cristiano. Segundo.

 

Muchos se preguntan qué es eso de Gracia como don de Dios. Jesús crecía en Gracia porque desde niño hasta la consumación de su vida en la cruz, su vida fue el cumplimiento de lo que él entendía como Gracia o Amor de Dios que le llamaba a dar a su vida un sesgo especialísimo, único. Se sintió llamado a dar a conocer a la Humanidad un nuevo rostro de Dios. Todos aquellos sacrificios de animales que su pueblo le ofrecía estaban bien pero no eran lo que Dios quería. Todas las personas de todos los pueblos, empezando por aquellas más necesitadas o desechadas o humilladas, eran objeto del amor del Padre, del que Jesús se sentía especialmente querido. A Dios le interesaba más, no su gloria y las ofrendas que se le hacían, sino la fraternidad, el perdón, la ayuda entre todos los hombres… la fraternidad universal. Esta imagen de Dios era la buena y gran noticia nueva, evangelio.

Crecer en Gracia es crecer en amor de Dios y del prójimo. Muy claro. Pero casi todo se enturbia cuando tenemos que dilucidar si tal o cual acción concreta es o no «pecado mortal». Los moralistas estudiaban caso a caso; es la «moral casuística». Consecuencia: un sinfín de problemas de conciencia. Pero los moralistas se dieron cuenta de que quien tiene que juzgar la bondad o malicia de su acción es la persona misma, no un «código penal».

Pero esto tampoco es solución, pues mientras unos «comulgan con ruedas de molino», otros ven pecado hasta en la sopa. ¿Qué hacer? Nuestra libre respuesta, sincera, a fondo. Y, a ser posible, en diálogo con un sacerdote, uno de cuyos ministerios es «administrar el perdón» de parte de Dios… que es quien nos perdona, no el cura. Esto es la esencia del sacramento que llamamos «Confesión» o Penitencia o Reconciliación. Pasito a pasito, crecemos en Gracia.

¿Tenemos ahora un poquito más claro qué puede significar para cada uno eso de «responder libre y generosamente» a la llamada de Dios? Esta idea no conduce de cabeza a hacerse cura o monja. Cada uno tiene «su camino» de ser cristiano a fondo. Es más: un amigo me comentó que, en este momento de nuestro mundo desarrollado, quizá la vida de un matrimonio cristiano sea «testimonio de vida» más poderoso y difícil que «meterse a cura o monja». ¿Discutible? Sí; pero no impensable. Conozco personas que viven en matrimonio dando ejemplo de vida cristiana muy superior al que damos muchísimos «curas y monjas».

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.