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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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II.1.1.05. La maternidad de María. La Madre de Dios_1.

Los evangelios dejan clara la intervención de Dios desde el primer instante de la existencia de Jesús.

Intervención de Dios, sí. Pero de ahí a deducir que Jesús fue una especie de «humanidad» que Dios se puso como quien se pone o quita un abrigo, media un abismo. Ya en el siglo I apareció esta «idea»… Consecuencia inmediata: María no fue madre de un ser humano sino de una especie de extraterrestre, indistinguible de nosotros, pero de humano, humano, nada de nada. Eso significaría también que realmente Jesús no sufrió ni padeció ni murió ni resucitó realmente…

Quizá estos pensadores, docetistas, tenían buena voluntad; pero de entendederas «cristianas», nada: Ni sobre la verdadera actuación del Padre Dios con la Humanidad «haciéndose uno más» (San Pablo), ni de que «puso su tienda en nuestro campamento» (San Juan) y vivió peregrinando por el desierto de esta vida como cualquier otro.

Los relatos evangélicos dejan muy clara la «humanidad» de Jesús. La concepción, embarazo y parto virginales de María fue confesado así por los primeros cristianos. A partir del racionalismo de los siglos XVIII y XIX, varios autores pusieron en duda el valor histórico de la narración; muchos teólogos han tratado de explicarlo.

Los cristianos, en especial los católicos, seguimos rezando a la Santísima Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, con la ternura y la piedad de siempre, sin preocuparnos de la cuestión de cómo una mujer virgen pudo ser al mismo tiempo madre. Y la razón es simple: nunca la fe es un fenómeno de «comprensión», sino de «confianza».

Cuando rezo ante una imagen de la Santísima Virgen no me pregunto si se parecerá realmente a la que fue María de Nazaret en el siglo I. Simplemente dicha imagen me recuerda a la Madre de Jesús. De ella sé que tuvo una importancia extraordinaria como mediación entre Dios y nosotros en la salvación definitiva que espero. De ella sé que me ayudará a hacer de mi vida un pequeño foco de luz, esperanza, alegría, sentido, que al menos ilumine un poquito a mi alrededor. Por eso me dirijo a ella con total confianza. Las «cuestiones» mencionadas antes, pues claro que las conozco. Pero no son esenciales en mi vida, aunque tengan importancia.

Escuchamos y rezamos esta brevísima oración:

 Nos acogemos bajo tu protección, Santa Madre de Dios. No deseches nuestras súplicas ni te olvides de nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita.