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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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IV.5.4.02. El “Reino de Jesús». Testigo de la Verdad.

 

Durante el juicio civil de Jesús se enfrentan dos poderes: el civil-militar de Pilato y el profético de Jesús. Es decir, la «fuerza bruta del poder» contra la «fuerza del espíritu». De otra forma:

  • la fuerza bruta del dicho latino «quia nomino leo» («porque me llamo león»), porque «tengo el poder de ordenar que te maten», vino a decir Pilatos,
  • contra la Verdad religiosa, espiritual, del ser humano que Jesús lleva tiempo predicando: amor y respeto a todos porque existe un Dios Padre que nos quiere a todos y nos perdona siempre.

Pilatos decide con la «verdad del poder». No comprende bien por qué le piden la muerte de Jesús. Puede ordenarlo, pero de Jesús brota una fuerza espiritual que no puede ignorar.

Insiste Pilatos: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»… Es tu pueblo quien quiere eliminarte.

La contestación de Jesús lo desconcierta aun más: ¿De dónde te viene tu poder? Sigue Pilatos: ¿No es evidente que «mi poder» no se parece en nada al tuyo? Jesús lo confirma: “En efecto, soy rey. Pero está claro que mi reino, mi poder, no es de este mundo”.

Pilatos se impacienta: «Entonces ¿tú eres rey?» La contestación de Jesús lo descoloca por completo: «Tú lo has dicho. Yo soy rey; para esto nací y para esto vine al mundo, para ser testigo de la Verdad«. Jesús pasa del poder humano a secas, al poder espiritual, la base de su Verdad. Tan desconcertado dejó al Gobernador, que le preguntó qué era la Verdad y se marchó sin esperar respuesta.

Lo que Jesús dijo es muy importante: Confirma que es Rey, pero quiere ejercer su realeza «siendo testigo de la Verdad», introduciendo el Amor y la Justicia en la historia humana.

La Verdad de Jesús no es una teoría filosófica. Es una llamada a transformar la vida de las personas: «Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres». Hasta los políticos lo repiten aunque algunos mientan como respiran. La verdad sencilla de lo que nos sucede, de lo que pensamos, de lo que sentimos, es como una plantita de flores preciosas; aunque a veces son comidas por las «malas hierbas»: las pequeñas mentiras de cada día que envenenan lentamente nuestra vida familiar, escolar, de trabajo, de amistades…

Necesitamos atrevernos a ver con humildad qué hay de verdad y qué de mentira en nuestra vida. ¿Necesitaremos ser más valientes? Sí; casi siempre.

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.