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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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II.3.0.13. Crecer en Gracia: sentido cristiano. Primero.

Tener gracia, ser gracioso, salado, etc. son expresiones corrientes. También sus contrarias: «Ser más soso que una mata de habas»«Fulanito tiene menos gracia que…»«Ser un desgraciado» ya implica forma de ser, o de comportarse.

En sentido cristiano, las expresiones «estar en Gracia»«vivir en Gracia de Dios», etc. tienen también un significado preciso. La Gracia es el don de Dios para participar en «su» vida. Por eso decimos que «estamos en Gracia» cuando tenemos conciencia de no haberle ofendido gravemente.

San Pablo decía que somos piedras vivas de un gran templo cuya «piedra angular» (1) es Cristo. Nos incorporamos a este edificio por el bautismo. Y si después pecamos gravemente, podemos «reincorporarnos al edificio», a la Gracia, mediante el arrepentimiento y el sacramento. Los sacramentos son Gracias de Dios para ayudarnos a mantenernos en nuestra vida cristiana. Cuando hablamos de la Gracia que Dios nos da o que el Espíritu Santo habita en nuestra alma, estamos entendiendo al mismo tiempo que los bautizados respondemos libremente a ese don de Dios.

La respuesta de Jesús a la inspiración del Espíritu que habitaba en él fue siempre pronta, decidida. Pero no fácil: se entregó por completo a la causa del Reino de Dios, madurando sus ideas, sus decisiones. No eran nada fáciles: Tuvo que resultar muy llamativo, y seguro que lo criticaron «a fondo», que no tomase esposa llegado a la edad en que lo hacían los demás. Se fue al desierto; se hizo discípulo de Juan… Abandonó. Hizo su propio desierto. Después se fue de aldea en aldea predicando algo que chocaba frontalmente con las ideas de «lo más granado del judaísmo»; se rodeó de discípulos ¡y discípulas!

Las cosas que predicaba tenían que producir más dolor de cabeza a los «jefes» judíos que un martillazo en los oídos. Recordemos que un evangelista cuenta «que su madre y sus hermanos le esperaban fuera para llevárselo a casa». Tenía que estar loco para hacer y decir las cosas que hacía y decía… Sin embargo nada detuvo su respuesta a Dios, «hasta la muerte ¡y una muerte de cruz!». Sabía a dónde le llevarían sus palabras y acciones. ¿Que lo pasó muy mal? ¡Pues claro! Durante su oración de la última noche en Getsemaní «sudó sangre». Su esfuerzo para aceptar lo que se le venía encima como Voluntad de su Padre Dios le llenaba de miedo, de pavor… pero no anuló su decisión de aceptarla. Fue su decisión suprema, el punto humano culminante de su Gracia, de su libre respuesta al Padre. Poco antes de morir salió de lo más hondo de su corazón una palabra que nos deja atónitos: «Padre, Padre ¿por qué me has abandonado?». Es imposible imaginar mayor fidelidad a la inspiración del Espíritu. Por esto Jesús «puede hablar a cualquier ser humano sea cual sea su desgracia, porque se identificó con los que sufren hasta las desgracias más crueles del sufrimiento humano».

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

(1) Piedra angular: la piedra central del arco. Al colocarla, los constructores ya pueden retirar los andamios; el arco se sostiene solo.