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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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Desde: 24/09/2015

II.1.1.17. Con Jesús en el alma… urge ayudar, ser buenos…

Cuando María se enteró de que su prima Isabel, ya mayor, estaba embarazada de seis meses, se marchó «de prisa» a ayudarla. Tardaría unos tres días en llegar a casa de Isabel, caminando mucho y descansando poco en cualquier lugar. Se encontrarían de sorpresa.

Ambas se sintieron llenas del Espíritu Santo, inspiradas… No era para menos: Ambas estaban en posesión del misterio más… increíble, asombroso… que los demás seres humanos ni siquiera podríamos suponer: Que el mismísimo Dios sería el Hijo de María y el hijo de Isabel, su profeta anunciador. «Bendita tú entre todas las mujeres porque has creído. ¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a visitarme?».

Después de 2000 años hemos progresado en muchísimas cosas… Para resolver los problemas de la Humanidad hemos inventado las ideologías: capitalismo, liberalismo, comunismo, etc. ¡Y más que hay! Todos con el gran ideal de solucionar los problemas que crea y sufre y plantea la Humanidad. ¿Cuántos asesinados porque los grandes ideólogos han querido imponer «su» solución? Unos matan en directo; otros, en diferido, sobrexplotanado personas y recursos. ¡Con lo fácil que sería aplicar la «fórmula Jesús»!: Querernos todos como hermanos porque todos somos hijos del mismo Padre Dios…

¿Por qué ni lo hacemos, ni siquiera nos vamos acercando? Según María, el origen de nuestros males está en la soberbia:Quitar de su trono a los poderosos… por su empeño de sustituir a Dios. Un humorista gráfico pone en boca de Dios esta frase: «El Hombre es tan soberbio que se cree que es él quien me ha creado a mí.»

Pero bajemos «al cada día»: ¿Soy la alegría de la casa… o la tortura familiar? ¿Y qué tal con los compañeros de estudio, trabajo, conocidos, etc.?

Siempre fue necesario rezar. Hoy día, más aun. Por un instante siquiera dejemos entrar en nosotros el Espíritu de María que, en cuanto «lo supo», se puso en marcha para servir: María, mi Buena Madre, hermana en la fe, ayuda con tu fuerza mi débil voluntad para «hacer una vida realmente cristiana»: de servicio, de cariño, de ayuda, de amistad… o de entrega total si nuestro Padre Dios me lo pide.

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.