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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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Desde: 24/09/2015

I.3.1.0. La causa del enfrentamiento de Jesús con las autoridades judías.

Israel: Dios reveló al patriarca Abraham que sería cabeza de «su pueblo escogido» para mantener la memoria del único Dios entre los demás pueblos. Pero Israel vivía esclavizado en Egipto. Moisés les convenció de que tenían que volver a la tierra de sus padres. Salieron de Egipto. Vivieron en el desierto. Dios hizo un pacto con Moisés: Seguiría protegiendo al pueblo a cambio de que éste cumpliese la Ley, los Diez Mandamientos. Este era el Pacto de la Antigua Alianza entre Israel y Dios. Fueron castigados en forma de guerras y calamidades por sus infidelidades al pacto. Pero sabían que su Dios omnipotente siempre volvería a salvarlos.

Jesús de Nazaret: Le convencían muchas cosas de la Ley de Moisés y de las tradiciones y costumbres de su pueblo. Pero «no veía» otras muchas: Ni el Dios terrible, justiciero de los pueblos, empezando por el suyo; ni su seguridad en que sólo perteneciendo al pueblo judío había salvación; ni que a ese verdadero y único Dios sólo se le pudiese adorar en el Templo de Jerusalén; etc. De existir alguna predilección de este Dios y Padre de todos, sería por los «últimos».

Jesús tenía estas ideas… ¡y las predicaba! Dio “señales” inquietantes de que tenía razón: curaciones de enfermos y endemoniados, etc. Y el colmo: ¡La gente le seguía! Tuvo el atrevimiento de entrar en el Templo en plenas fiestas de la Pascua y armar una bronca curiosa. Aquello de «convertir la casa de mi Padre en cueva de ladrones» iba en directo contra los responsables del Templo.

Los israelitas sabían y esperaban con seguridad que su Dios “los salvaría”, que volverían a estar libres del Imperio Romano. Pero recordaban también la brutalidad del Imperio reprimiendo cualquier intento de sublevación. Para las autoridades judías era evidente que, antes que otra represión, “era preferible que un solo hombre muriese por todo el pueblo”.

Una pregunta: ¿Por qué somos tantos los católicos incapaces de estar orgullosos y «ser hinchas de Jesús» colgándonos una crucecita al cuello, en el coche…? ¡Qué pena!