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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

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VI.4.5.00. La devoción a María, la Madre de Jesús.

¿Cuando empezaron los cristianos a invocar a María? «Desde los primeros momentos». Lógico. Intentaban vivir los valores de Jesús e imitar su vida. Enseguida se fijaron en su Madre.

Ella estuvo siempre pendiente de la voluntad de Dios. Desde el «hágase en mí según tu palabra» de la Anunciación hasta la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés pasando por la terrible experiencia de la tortura y muerte de su Hijo.

María, en las bodas de Caná, «nos mostró su poder intercesor»: Se acaba el vino; la familia pasará vergüenza; María dice a Jesús: «No tienen vino»… Y Jesús realizó el primer milagro del que tenemos noticia. Esta sola escena es una invitación a que los cristianos acudamos a María como intercesora en nuestras oraciones ante Dios o ante su Hijo. María dio pruebas de una sensibilidad exquisita y de un saber hacer extraordinarios. Ni siquiera la observación de Jesús acerca de que «aun no había llegado su hora» detuvo los ruegos de su Madre. Alegrías y penas de los demás conmovieron a María… Seguro que Ella querrá saber de nuestras penas y alegrías… ¡»Hablemos» con Ella!

Para Jesús, el tema del Reino de Dios como una manera nueva de «ser» seres humanos era «cuestión incuestionable». María es modelo de la visión de Jesús: Acogió la misión de Dios para con su pueblo empezando por ella misma: «hágase en mí». Con su presencia en la pasión y muerte de Jesús, mostró de manera insuperable su aceptación voluntaria del dolor irremediable.

Para nosotros, cristianos del siglo XXI, acudir a María es lo más natural. Esperamos que se repita lo de las bodas de Caná. Ocasiones a montones: en las alegrías, en las desgracias, cuando nos planteamos qué estudios o qué trabajo vamos a hacer o buscar, cuando nos enamoramos, cuando un accidente nos ha plantado al pie de la muerte, etc.

En las comunidades cristianas del siglo III, sometidas a persecución por el Imperio, ya rezaban esta oración: «Bajo tu amparo, nos acogemos Santa Madre de Dios. No deseches nuestras súplicas ni te olvides de nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita».