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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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Desde: 24/09/2015

VI.4.1.03. Jesús ¿ha pasado de moda? Cuarto. (ABC, 24-12-10. Javier Gomá, Filósofo.)

Dios no intervino para salvar al buen galileo (Jesús) y tampoco alterará el curso de la historia por nosotros. Pero ahora nos es dado contemplar con esperanza una ejemplaridad aún más excesiva, que personifica una posibilidad suprema de lo humano tan perfecta, tan radical, tan sobreabundante, que sugiere un plus sobre lo humano (un plus que recibiría tras la Pascua diferentes títulos: Hijo, Mesías, Señor). Es creíble, es verosímil, no contradice el sentido común, que una ejemplaridad de esta magnitud contenga una«imagen visible del Dios invisible».
Comparándose con ella, el hombre, abrumado, siente la necesidad de limpiar su corazón de la negrura que lo espesa… En ese momento, se le manifiesta por fin el Dios oculto, como dijo Jesús cierto día, «bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8).»

Hay que pensar a fondo estos párrafos. Demasiado densos como para «digerirlos» en unos minutos mañaneros… Pero lo que resulta difícil en abstracto se hace comprensible… ¡estremecedor! en un ejemplo:


«¡Inmaculée! ¿Dónde está esa cucaracha?»
 gritaba un asesino dentro de la casa del Pastor. Detrás de la pared, Inmaculée contenía la respiración. Era 7 de abril.

Se decía a sí misma: «¿Por qué estoy invocando a Dios? ¿No siento tanto odio en mi corazón como ellos?». Se dio cuenta de que no podría orar sinceramente si no dejaba entrar en su corazón el perdón.

Una tarde, escuchó cómo un bebé moría en la calle: «¿Cómo puedo olvidar esto?». «Sintió» la respuesta: «Todos vosotros sois mis hijos y el bebé está conmigo ahora».

Le parecía increíble: los asesinos eran parte de la familia de Dios. ¡Tenía que perdonarlos, tal y como Cristo lo hizo en la cruz! Lloró, gritó, y oró mucho a Dios.

Con el tiempo, Inmaculée inició un trabajo en la misión de la ONU para la reconstrucción del país. Visitó su pueblo, Mataba: Tumbas improvisadas, fosas comunes, ruinas. Sobre todo, vio los rostros de los asesinos espiándole tras las ventanas de las casas. En sus pupilas descubrió pánico.

El Director de la cárcel le trajo a Felicien, el asesino de su familia. Lo conocía. Sintió escalofríos. El hombre lloraba. Cruzó su mirada con la de Inmaculée. Ella se acercó, le tocó ligeramente las manos y le susurró: «Te perdono». Su corazón sintió un alivio inmediato; también le pareció que Felicien se relajaba como quien deja caer una carga muy pesada.

Han pasado años; ahora Inmmculée se dedica a dar charlas sobre el perdón. ¿Cuál es la clave? La oración y dejar que el amor de Dios penetre en el corazón.

(1) Tratado filosófico de Dios.