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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

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Desde: 24/09/2015

III.4.2.15. Perdonar los pecados… Restaurar la libertad del pecador.

Muchas personas piensan que «Si lo que hice está mal, pues está mal… ¡y qué!? !Ya no tiene remedio!». Las cosas no son tan sencillas; siempre quedan «rastros» íntimos, en la conciencia profunda de ese lado espiritual que tenemos las parsonas; no quedan sólo los «rastros civiles»… Todo pecado deja un rastro de pérdida interior de libertad. Casi nunca parece así, es cierto. Pero la realidad es testaruda. Un ejemplo: Un hombre o una mujer pone los cuernos a su pareja. Por más «liberal» (llaman ahora) que sea su conciencia, no deja de ser una traición. Hay «pecado humano» desde luego. Si tiene conciencia de cristiano, hay también pecado «religioso». En cualquier caso, esa persona necesita liberarse de «ese peso»; si es «normal» sentirá que la «conciencia le grita». Necesitará liberarse de esos gritos. (1)

La persona que pone los cuernos a su pareja necesitará su perdón… lo cual resulta muy difícil. Siempre queda una especie de rescoldo que aviva la hoguera en cualquier momento. ¿Y qué ocurre con esa ofensa al prójimo que, como todas, es también ofensa de Dios? Pues que el Dios de Jesús, no es afortunadamente un «dios civil» (para estas cuestiones están los tribunales); Dios ofrece perdón total, liberador, aunque pide arrepentimiento y cambio de conducta.

Recordemos aquella escena de la mujer adúltera. Según la ley judía tenía que morir lapidada, como practican todavía en países islámicos. Se la presentan los «expertos» en leyes. Jesús no se para en la cuestión de la culpa ni del proceso. Se pone a escribir en el suelo (¡Pena que el evangelista no diga qué escribía!) y los acusadores, empezando por los más viejos, van marchándose como perritos asustados con el rabo entre las patas. La mujer se pone en pie. Jesús le pregunta¿Nadie te acusa? Pues yo tampoco… Pero anda y no peques más… Porque el arrepentimiento sin «propósito de la enmienda» es una engañifa.

Muchas personas no logran llegar a la confianza total en que son perdonados por Dios Padre: siempre los miedos, el terror al más allá, etc. Es que nunca entendieron a fondo la idea que nos dio Jesús sobre el Padre Dios.

Recemos:

Padre Dios, por los pecados brutales de explotación, injusticias, robos, matanzas hasta exterminio… que los seres humanos cometemos unos contra otros, que nos avergüenzan y te ofenden a ti, perdónanos, Señor, Padre Dios. Amén, así sea.

(1) Ciertamente hay personas que no sienten esa necesidad, que no tienen sentido del bien y del mal; la conciencia no les acusa de nada… ¡Sólo que esas personas son las que llamamos psicópatas! Hay más psicópatas de lo que vulgarmente estimamos… No todos los psicópatas se dedican a cometer crímenes en serie de esos de película. Muchos de ellos hacen vida normal o casi normal; son «visibles» sólo a ojos de expertos. Sólo en circunstancias especiales «dejan asomar» su disfunción.