Get Adobe Flash player

Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

Visitas hoy: 42
Visitas Totales: 105089
Desde: 24/09/2015

II.2.2.08. Los Santos Inocentes… de hoy día. Un testimonio. ***

Italiana, 19 años, estudiante de Enfermería, embarazada de un joven que no quería ser padre:

Miraba fijamente: positivo, ¡positivo! … el terror se apoderó de mí; quedé paralizada. Mi vida literalmente destruida. Mis sueños, junto a mis 19 años, me los había jugado para siempre.

Pensar en mis padres me hacía enloquecer. La idea de abortar me asustaba muchísimo más. ¡No! No habría podido soportarlo. Había visto en internet algunas terribles fotos de fetos abortados en las primerísimas semanas: No, no podía, no podría solucionar el error con otro más grande e irreparable. Aún así, no quería a ese niño.

Cuando lo dije a mis padres, sólo silencio y lágrimas apenas retenidas en los ojos de mi madre… Nunca ha disminuido este amor y el de mi hermana mayor, que no me ha dejado sola ni un momento.

El papá del niño se había mostrado inestable, mentiroso y violento. Yo estaba enamorada… a pesar de que me despreciaba: «Sin mí te quedarás sola toda la vida». «A tu edad, el aborto es la única cosa inteligente por hacer». Al tercer mes, se encontró otra chica y sin carga. Sentía desprecio por él, irremediablemente vacío. Me odié; todavía me odio por no haberme alejado antes.

Mi alma se había roto. No quería ese hijo, pero sabía que no podría vivir serenamente escogiendo la salida más «fácil» y más «obvia». Me sentía una madre degenerada. Don Fabio, sacerdote, me decía: «Este nacimiento será una gracia». No lo creía, pero me sentía consolada.

Una noche, le pregunté a Dios cuál era su proyecto para mi vida. No podía imaginar que un mes después, mi normalísima vida se habría distorcionado por completo…

»Mi hija nacerá en poco tiempo y no siento ni amor ni afecto. Me dicen que apenas nazca será distinto. Pero yo no sé qué hacer. No sé qué será lo mejor para mí, o lo peor para ella. No me queda sino confiar a Dios esta decisión, la enésima ya, esperando que me ilumine. Sé que cualquiera de las dos decisiones será una renuncia enorme. No me arrepiento de no haber abortado, habría sido antinatura. Había una vida dentro de mí. No en abstracto, sino ¡la vida de una persona dentro de mí! Recuerdo la primera ecografía. Sentí por primera vez el latir del corazoncito; lloré desesperada. Y, sin embargo, me río cada vez que uno me dice: «es un cúmulo de células»… Dices que no es un niño. Bueno, entonces ¿para qué hay que hacerlo pedazos? Déjalo en tu cuerpo tranquilamente; total, no está vivo, ¿no? Venga, ¡es ridículo! Y sin embargo, cada día se pierden en el vacío los llantos silenciosos de niños que no tendrán nunca una vida, porque el egoísmo de sus madres ha contado más para ellas.

Siempre hay una alternativa al aborto. Y quien sostiene que dejar que el propio hijo en adopción es un acto peor que el aborto mismo, debería ponerse una mano en la conciencia, porque es un acto de amor, dolor y sacrificio. Podrás convivir contigo misma, sabiendo que aquel hijo vive porque tú escogiste no matarlo.