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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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I.2.1.05. Salvación por la Ley de Dios, entregada por Dios a Moisés en el Sinaí.

Los judíos del tiempo de Jesús tenían claro que todos los seres humanos, como individuos y como sociedad, necesitaban «salvación» y que ésta llegaría por pertenecer al pueblo judío (por sangre o por adhesión) y por el cumplimiento de la Ley. La parte fundamental de la Ley eran los diez Mandamientos que Yahvé entregó a Moisés en el Sinaí.

Había cuatro grupos de judíos bien caracterizados: los zelotas eran extremistas y nacionalistas; practicaron a veces el terrorismo. Los esenios eran puritanos; se retiraron a un monasterio junto al Mar Muerto. Los fariseos eran conservadores: conocían la Ley y la practicaban con rigor; muchos de ellos eran juristas, sacerdotes, gente culta; formaban la clase media alta. Los saduceos y sacerdotes de alta jerarquía constituían la clase alta, ricos e importantes. Estaba también «el pueblo» generalmente piadoso y bueno, cumplidor en costumbres, tradiciones y preceptos más importantes. Por fin, estaban «los que no tienen remedio»: pobres totales, enfermos contagiosos, funcionarios del Imperio, ladrones, etc.

Ante el tema de la salvación, cada grupo a lo suyo: sólo se salvaban ellos y quienes les hiciesen caso. A los «del arroyo», ni flores.

Aparece Jesús en este panorama: Anda predicando por las aldeas perdidas de Galilea, «allá al norte». Se rodea de discípulos ¡y discípulas! (¡Qué atrevimiento para la época!). Hace milagros que dejan pasmada a la gente. Predica de forma rara, ¡tanto, que le entienden todos! Atiende con verdadera preferencia a la gente más despreciada. Y sobre todo anda diciendo que su Padre Dios quiere a todos, que todos pueden salvarse, que eso de ser o no ser judíos importa poco, que lo del templo de Jerusalén está bien pero no es fundamental, lo de los sacrifios de animales… pse; es más importante el arrepentimiento personal. Encima se mete con la Ley. Dice que preceptos, sí. Pero importantes, importantes, sólo uno: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, incluso aunque «ese prójimo» sea enemigo

Resumiendo: Jesús predica que sí necesitamos todos «salvación»pertenecer al Reino de Dios, lograr esa situación de paz y justicia que sean definitivas y plenas. Dicha situación llega cuando somos capaces de querernos unos a otros como su Padre y nuestro Padre Dios nos quiere a todos.

Recemos:

Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva
y ábrela al bien de mis hermanos.
Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.
Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dicen que estás muerto!…).
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo. Amén.