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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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VI.5.0.14. Carta a los colosenses.

Colosas era una ciudad de Frigia, centro sur de la Actual Turquía, a unos 150 km de Éfeso y cerca de la vía que unía Éfeso con la región del Eúfrates. La ciudad era romana; sus habitantes, predominio de frigios; también romanos y judíos. Su riqueza, derivada de la cría de ovejas. Población medio campesina medio urbana; cultura predominantemente griega; les gustaba filosofar. Hoy diríamos que era una ciudad culta y «variopinta» (… que queda muy bien.)

Éfeso estaba en la costa del Mar Egeo. San Pablo vivó allí varios años (algunos, encarcelado) y pasó por ella varias veces. Epafras, discípulo suyo, fundó la comunidad cristiana de Colosas.

Epafras fue a visitar a San Pablo en su prisión de Roma. Cuando Pablo escribe a los colosenses hacia el año 60. Los colosenses, y debido a la mezcla de culturas, sin descartar la poca humildad de algunos «maestros», tenían en «circulación mental» una curiosa mezcla de mitos paganos, costumbres judías y tradiciones frigias. Resultado: brotes de gnosticismo. En Colosas «casaban» ideas sobre los ángeles y potestades celestes paganas, como dominadores del mundo e intermediarios de Dios.

Estas ideas explican el contenido de esta carta. En ella se contiene un himno incomparable a Jesucristo. San Pablo lo recogió de himnos que se rezaban en la iglesia de Éfeso y de Roma desde hacía años. Les dice así:

«¡Todo lo que existe está sometido a Cristo! … Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al Reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.»

Ahora, siglo XXI, pasa algo parecido, y peor… La batalla que los laicistas ateos están dando por hacer desaparecer signos y tradiciones cristianas en Europa, y más en concreto en España, es terca, poderosa, constante… También aparecen nuevas formas de gnosticismo, aunque vengan disfrazadas de un «muy espiritual pensamiento»: meditación trascendente oriental, «La Nueva Era», etc. Estos movimientos realmente tienen aspectos muy buenos y serios. En muchas ocasiones son ateísmos más o menos disfrazados de cierto teísmo, en el que Jesús pinta mucho, («Jesucristo, Alfa y Omega» (1)), pero no como el Hijo de Dios hecho Hombre, Mesías, Redentor, «imagen visible del Dios invisible», principio y fin de nuestra vida humana. San Pablo volvería a «gritar»: Todo lo que sea salirse de Jesucristo como principio, centro y fin del Universo, es una equivocación total.

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

(1) El libro más leído, del jesuíta francés Teillard de Jardín.