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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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Desde: 24/09/2015

VI.3.6.12. En la fiesta de Cristo Rey. Una conversación con Jesús de Nazaret.

VI_3_6_12_En la fiesta de Cristo Rey_Una conversación con Jesús de Nazaret Un relato corto: “Quien es de la Verdad escucha mi voz”. (12 – 15 minutos de lectura)

Como el domingo próximo era la fiesta de Cristo Rey, el profe terminó la clase leyendo un trocito del evangelio de San Juan. Decía así:

Preguntó Pilato a Jesús:
— ¿Eres tú el Rey de los judíos?
Contestó Jesús:
— Sí. Yo soy Rey. Pero mi Reino no es de este mundo.
Le dijo Pilato:
— Así pues, ¿Tú eres Rey?
Contestó Jesús:
— Yo soy Rey. Para eso nací y para eso vine al mundo. Para ser testigo de la Verdad. Quien “es” de la Verdad escucha mi voz.

Sonó la señal musical que indicaba el final de las clases. Los alumnos recogieron sus cosas y salieron. Javier se retrasó un momento recogiendo libros y cuadernos en la mochila. Estaba sentado de lado guardando sus cosas, dispuesto a salir corriendo. Cuando levantó la cabeza, estaba de pie delante de él un señor que le dijo que era Jesús de Nazaret. No se asustó. Como el profe les había leído unas líneas del evangelio, a Javier le pareció lo más natural del mundo ponerse a charlar con Él. A su saludo, sólo contestó con un ¡hola! como si la situación fuese habitual.

— ¡Hola! Pilato te preguntó qué es la Verdad… y no esperó la respuesta. Tú tampoco nos dijiste nunca qué es la Verdad. Dame una pista, algo… para dejar «pasmao» al profe el lunes.

— No es un gran secreto… Fíjate en ti mismo. Vete al sótano de tu corazón. ¡Venga. Sinceridad total; sin miedo! Quédate un momentito en silencio, tranquilo. Ahí encontrarás la Verdad, aunque al principio te parezca un bulto.

Javier se quedó quieto, con libros y cuadernos en la mano, sentado de lado.

— De acuerdo, Jesús. Un poco rápido, pero ya estoy en mi sótano. No veo ni bultos; pero te escucho.

— Piensa lo que voy a decirte. Es muy sencillo. Cuando te das cuenta de que estás jugando al escondite con tus sentimientos de egoísmo, envidia, ganas de vengarte, de soltarles a la cara lo que piensas, de reírte de sus cosas o porque no son como tú o porque son una… (¡Perdón!), o porque tú tienes razón y el otro o la otra son un…

— ¡Un momento, Señor! Que yo soy un ser humano. ¡Es natural que sienta todo eso!

— ¡Tienes muchísima razón! Sientes; claro que “sientes” muchas cosas. Pero observa: también los animales tienen sentimientos cuando se pelean o se defienden. Aunque como tú eres mucho más que ellos (nada menos que persona), piensas en cosas más “finas”…Coges la idea, ¿verdad?

— ¡Claro que la cojo…! Mis peleas con los compañeros, incluso en mi familia. ¡Qué bestias somos! De las peleas entre políticos… ¡ni te hablo! ¡Y eso que apenas veo! Y puestos a matarnos entre nosotros ¡qué bestias! A fin de cuentas, los animales matan por instinto. Pero nosotros…

— Tienes razón, le interrumpió Jesús. La violencia y maldad humana parecen no tener límites… Sigamos con lo nuestro. Estábamos en que eres un ser humano…  Pues lo que iba a decirte: Que cuando sientas ganas de hacer algo que te gustaría mucho, mucho… pero te das cuenta que después te arrepentirás… Bajando un poquito la voz, continuó diciendo: — Y no me cuentes que “es que no te das cuenta”… Sin esperar respuesta, siguió: — Quería decirte que en esos momentos recuerdes que tú eres persona, no un animal. Que los demás son también personas. Y que es injusto, malvado, vergonzoso… hacer el mal, ser egoísta, incluso no luchar por el bien de todos, por defender y ayudar a los que veas en la necesidad…

— ¡Para, para, para… un momento! ¡No te pases! Que yo no soy la Madre Teresa de Calcuta. Yo soy tan solo un chaval, que no pienso irme a misiones ni nada de eso. Cristiano… ¡Bueno, puede que sí! Pero de eso otro, nada. ¡Te lo digo yo!

— Estupendo. Como decís vosotros, “menos da una piedra”. Y continuó: — Vamos acercándonos a una verdad: Tenemos que ser buenos hombres o buenas mujeres. Lo primero porque somos seres humanos: somos capaces de pensar, de poder elegir muchas veces, de tener buenos sentimientos…

— ¡Para, para, para otra vez, que ya sé por dónde vas! Que tú no sabes bien lo que pasa por ahí. Tú déjate llevar de los buenos sentimientos y las buenas acciones y vas a ver cómo te tratan. La vida es muy… eso… que me da vergüenza decírtelo a ti. Y quien no se espabila, lo machacan. Te lo digo yo. ¡Y esto sí que es verdad!

— Cierto. Es verdad, pero no es más que una verdad. No es la Verdad. Yo te diría que piensas mucho y bien. Aunque… ¡Vayamos por partes! Lo primero, que estás hablando con un “ser humano” como tú, que se dejó el pellejo en una cruz… ¿Recuerdas? Y fue una injusticia espantosa. Lo segundo… Pero dejemos eso ahora. Vayamos a algo aun más fundamental, algo que todo el mundo sabe: ¿Quieres o no quieres ser feliz? Porque te digo que el camino más corto para ser infeliz es ser egoísta. Al decir esto Jesús iba machacando las palabras. Continuó: — Quizá puedas llegar a tener de todo… pero si te quedas sin tener algunas personas a las que querer y que te quieran, podrás llegar a sentirte “lleno de cosas” por fuera y “vacío total” por dentro.

— Bueno. No me empieces con el rollo de tus curas, que ya me lo sé de memoria. Pero lo cierto es que si tienes dinero, tienes lo que te dé la gana. Si no lo tienes… Tú también sabes qué pasa. Que ser pobre es muy… eso. ¡Perdón!

— Sí, sí. De acuerdo. Piensas bien y hasta puede que llegues a ser un gran pensador. Pero ahora piensa solo en lo que te repito: Para ser felices, lo que se dice “felices”, los hombres y mujeres necesitamos querer y sentirnos queridos por alguien. Las dos cosas y poco más… ¡No me vengas con que esto es cosa de “mis” curas…! Esto lo sabe cualquiera que piense un poquito.

— En eso tienes razón, Jefe. Es una verdad que siento muchas veces y en seguida me olvido. Me siento tan bien, tan bien, tan a gusto cuando estoy pensando en… ¡bueno; tú ya sabes a quien me refiero! O sólo con que me digan algo agradable… Cuando estoy cerca de  ella… me gustaría que el tiempo se detuviese, que no acabase nunca… ¡Me siento tan feliz! ¡Tan feliz! ¡Jesús, tienes razón! En esos momentos me siento lleno a rebosar, no quiero más. Ya te digo que me gustaría que el tiempo se quedase quieto por completo. ¿Tendrá algo que ver con el rollo que nos soltó el cura un día en clase de que “el ser humano tiende al infinito”? Sin embargo, lo que yo siento es algo concreto, palpable. Sólo que sé que se acabará y vuelta a buscar “plenitud” ¿se dice así? ¡Vaya lío que me he armado!

— No es ningún lío. Son experiencias y piensas. Te acercas. Porque si ya estás convencido de que tenemos que ser muy buenas personas sencillamente porque somos seres humanos, que hay algo en ti que te hace sentir al mismo tiempo infinitamente feliz y  tremendamente limitado, que necesitamos amar a alguien y sentirnos amados por alguien, podrás llegar mucho mejor, y pronto, a ser realmente bueno si llegas a comprender que la persona que más te quiere es mi Padre Dios.

Javier le miró a los ojos; se quedó algo perplejo. Jesús se detuvo un momento y continuó.

— Lo dije muchas veces cuando andaba entre la gente de mi tierra: Que llamemos a Dios Abba, Papá. ¡Nos quiere! ¡Nos quiere a todos, seamos como seamos! La pena es que no lo veáis. Y esto es la esencia de la Verdad. Esto, que Dios nos quiere, es lo más esencial de mi Reino. Aunque ni siquiera bastantes de “mis” curas (que dices tú) se hayan dado cuenta. Ya no hablemos de los que no creen en nada…

Nueva pausa y continuó: — Mírame a los ojos. Javier se sorprendió, pero le miró a los ojos con intensidad. Puedes ver en ellos el rostro de mi Dios y el tuyo; de tu Padre Dios que es también mi Padre… y no ese Dios terrible que mucha gente se imagina… ¡A que sientes que te quiere! ¡Te quiere muchísimo, como no eres capaz ni siquiera de imaginar! … Y te quiere, os quiere a todos, aunque tengáis una cuenta larguísima de fechorías y maldades… Se detuvo otra vez.
Verás también cómo sientes fuerza de voluntad para hacer el bien, para querer a todas las personas que conoces; y con más intensidad aun a las que más quieras, incluso a tu amiga, aunque te parecerá imposible. Y eso, porque serás capaz de “sentir y comprender” la Verdad que Pilato no quiso escuchar.

Jesús se tomo un breve respiro e hizo esta breve observación: — Quizá no seas capaz de definir qué es la Verdad, pero podrás sentirla.  Quien “es” de la Verdad, escucha mi voz.

Javier se quedó un momento entre sorprendido y pensativo. También muy confiado.

— Oye, Jesús, después de lo que me has dicho ya comprendo mejor eso de que “Venga a nosotros tu Reino”. Voy entendiendo qué es eso de tu Reino… Aunque ¿sabes? ¡Tenías razón! ¡Tu Reino no es de este mundo…! Lo veo constantemente entre mi gente. ¡Claro que, puestos a saber, también sé muy bien cómo te fueron a ti las cosas! … Por eso comprenderás que sienta cierto miedo a seguirte muy de cerca… Tienes que reconocer que entonces te mataron y ahora sigues siendo muy molesto.

Se detuvo un instante y continuó:

— Mira, Jesús. No sé cómo te las arreglarás, pero sabrás de sobra que tienes que  ayudarnos. Por mi parte, de veras que lo intento. A veces me parece sentirte a mi espalda, como si quisieras ponerme la mano en el hombro y caminar junto a mí… Te aseguro que aunque nunca lo comentamos entre nosotros, muchos te apreciamos. Te queremos a nuestra manera. De veras. Y te confieso que me parece nuevo eso de que tu Reino consiste en sentirnos queridos por Dios. Me quedo casi pasmado…

Javier dejó los libros sobre la mesa, metió la cabeza entre sus manos y después, mientras la levantaba, mirando a Jesús casi gritó:

— ¡Dios me quiere! ¡¡Dios me quiere!!  ¡¡¡Dios nos quiere a todos!!!

Un poco sorprendido de sí mismo, añadió en voz baja: — Creo que ahora comprendo un poquito mejor qué quisiste decir con aquello de que “Tú eres Camino, Verdad y Vida”.

— Perfecto, Javi ¡Vaya rollo que te ha salido! ¡Y qué bueno! Tú estás cerca. Me pasó algo parecido con un joven allá por mi tierra.  Aunque como era muy rico, no se atrevió a seguirme tan de cerca como a mí me hubiese gustado.  No importa. Fue buena persona.

Se quedó pensativo un instante y añadió: — Ya pasa de la hora. Tenemos que dejarlo.

Javier bajó la mirada hacia los libros. Se había retrasado muchísimo. Pero cuando levantó de nuevo la cabeza, vio al profesor en la puerta, como hacía siempre. Javier se sintió sorprendido. Era imposible. Había estado por lo menos diez minutos hablando con Jesús. Sin embargo, allí estaba el profe como si sólo hubiesen pasado un par de segundos. Javier se levantó. Al cruzarse con el profe en la puerta, éste le comentó: — ¿Te pasa algo? Pareces pensativo. Tienes la cara iluminada.

— No, no. Nada. ¡Será la Gracia!, contestó Javier.

— ¡La gracia! ¿Qué gracia? ¿Qué quieres decir con eso?

Javier, ya pasillo adelante, casi corriendo y sin volverse, contestó: — ¡No sé! ¡La Gracia! Se lo preguntaré a mi madre.

El profesor se sorprendió aun más. Dio la vuelta a la llave, caminó pasillo adelante pensativo y se encogió de hombros: ¿Qué habrá querido decir? ¿Y por qué preguntar a su madre? ¿Se referirá a la Gracia de Dios? ¡No entiendo!

 

Para terminar: Un presupuesto y tres cuestiones para otro día. Supongamos que todas las personas del mundo dejan de ser egoístas por completo.

  1. ¿Se habrían resuelto todos los problemas de los seres humanos?
  2. ¿Podríamos tener que dejar de pensar en que “hay que hacer un mundo mejor»?
  3. ¿Se habría instalado ya el Reino de Dios en este mundo?