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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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VI.3.6.00. Celebraciones cristianas. Liturgia cristiana

 

En todos los pueblos de todos los tiempos, las ceremonias religiosas se realizan siguiendo unas reglas cargadas de significado. Estas ceremonias conforme a ciertas «reglas» son la liturgia. La ceremonia más común y solemne era el sacrificio de animales. El animal «sacri-ficado» («hecho-sagrado») era el símbolo visible de la intención de esa ofrenda: agradecimiento y petición de buenas cosechas, perdón por las fechorías del pueblo, etc. Y como a los dioses había que ofrecerles lo mejor, se escogían las vidas más estimadas: niños y jóvenes vírgenes. Terrible, pero verdad.

Los primeros cristianos veían a Jesús como cumbre del judaísmo. Por eso seguían subiendo al templo a orar y celebraban las fiestas judías. Pero tuvieron un Pentecostés muy especial.

Los hechos y la inspiración del Espíritu les hicieron ver que no eran compatibles sin más ambas liturgias. Jesús había sobrepasado el judaísmo: de ser un solo pueblo el escogido a ser toda la humanidad; de ofrecer sacrificios de animales en un solo Templo a la ofrenda de una sola víctima, Jesús mismo, que de una vez para siempre se ofreció a Dios como holocausto (1) por todos los hombres de todos los tiempos. La muerte de Jesús significaba y sustituía al cordero pascual de la Pascua judía. Jesús mismo se había ofrecido a Dios como víctima expiatoria en el altar, no del templo, sino del monte Calvario. Ya no era necesario repetir una y otra vez el sacrifico sino tan solo recordarlo y celebrarlo, el «memorial», cuando se reunían para rezar.

Entendieron que esta acción religiosa era el centro, el núcleo, lo fundamental de la «nueva liturgia». Jesús les había manifestado que su sacrificio era el el sacrificio de la Nueva Alianza.

Aunque sólo sea por curiosidad con vosotros mismos: Celebrar el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús ¿lo pensaste alguna vez? «Es que la misa no me dice nada…» ¿Y no es cada uno quien tiene que «decir» algo (pedir, ofrecer, perdonar, pedir perdón) ¡orar! en la misa?

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

(1) Holocausto: etimología del griego, «todo-quemado». De un animal «sacrificado» se aprovechaba parte de la carne, etc. De un animal ofrecido en «holo-causto» no quedaba nada aprovechable, era quemado por completo.