IV.5.6.00. Pasión de Jesús: significado espiritual.
Desde los primeros momentos del cristianismo, desde el mismísimo Jesús en su concepción, su historia es, ¡ante todo!, historia de salvación de los hombres, historia espiritual, más que material. La historia de Jesús es ante todo historia del Emmanuel, el «Dios con nosotros», el que «puso su tienda entre nosotros», el que se empeñó en demostrarnos que Dios nos quiere a todos, en que nuestro empeño temporal ha de ser la construcción de lo que él mismo llamó Reino del servicio, de la fraternidad… Reino de Dios, en que nuestro destino final no es la nada sino el mismísimo Dios.
También es, por supuesto, historia de «su» tiempo y de «su» ambiente cultural, muy diferente al nuestro. ¿Quiere decir esto que «ahora» no podemos entender la historia de Jesús? ¡Pues claro que podemos! Es más: debemos. Quizá sólo necesitemos humildad y sencillez, todo lo contrario de los retorcimientos mentales de las ideologías…
Todo esto fue así desde los primeros momentos del cristianismo. A lo largo de la historia se han destacado más unos aspectos que otros conforme a la dinámica social del momento. Según el aspecto destacado, predominaba en los cristianos un «color» u otro del mismo hecho salvador, mesiánico, de Jesús. Por ejemplo: por influencia de San Anselmo, jurista, predominó el carácter de salvación por rescate: Dios ofendido, ofensa de «valor» infinito… Necesidad de pago de un rescate de valor infinito. Jesús es Hombre-y-Dios. «Toda» su vida temporal es salvadora, no sólo su Pasión y Muerte… El «paso identificar dolor con salvación» se dio muchas veces en la enseñanza y catequesis; incluso llegó a entenderse mal, como si sólo el sufrimiento fuese salvador… ¿Está mal esta piedad…? Con «esta piedad» se hicieron «maravillas de caridad», de auténtica construcción del Reino de Dios.
Actualmente podemos integrar en la piedad cristiana un mejor conocimiento histórico de Jesús. Nos ayuda a profundizar aun más en el significado espiritual salvífico de su vida. Las obras de ayuda y caridad de la Iglesia son ahora tan numerosas e intensas como antes.
Padre nuestro, que estás en el cielo; Danos hoy nuestro pan de cada día. Amén |
Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo. Santa María, Madre de Dios, Amén |
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. |