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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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IV.1.0.03. ¿Preveía Jesús su condena a muerte?

Tendemos a pensar que Jesús, como era Dios, lo sabía todo de antemano… y olvidamos que también era hombre. Los seres humanos somos incapaces de adivinar nuestro futuro. Lo prevemos, lo preparamos… pero nunca lo conocemos. Podemos pre-ver el futuro viendo lo que está sucediendo ahora, no adivinarlo.

¿Pudo pre-ver Jesús su condena a muerte? Sí; con mucha seguridad. Razón meramente humana: su predicación y toda su vida era una patada al «staf» judío de la época. En Jerusalén realiza dos acciones muy significativas: entrada entre aclamaciones y el incidente con vendedores en el Templo. Es como segar la hierba bajo los pies de los poderosos. Sabe de sobra qué está haciendo y diciendo.

«Su» Reino de Dios no va en contra del Dios de su pueblo. Caifás, diciendo para condenarlo a muerte que «Ya no necesitan testigos que le acusen porque ha blasfemado», era un truco jurídico que no se lo creía ni él. La verdadera condena a muerte la había pronunciado antes cuando dijo «Conviene que uno muera por todo el pueblo». (Se inventó el peligro de que Jesús promoviese una rebelión contra el Imperio. El Imperio sería implacable.)

Los Sumos Sacerdotes habían entendido muy bien a Jesús y su Reino: Que era oferta gratuita de Yahvé; que incluía el temido destino después de la muerte, etc. Pero también era Reino «para todos, todos, empezando por los más débiles». Lo de judíos y gentiles era artificial; lo de venir a rezar al Templo y ofrecer sacrificios de sangre de animales era como nada si no había «sacrificio» de corazones… Todo esto echaba por tierra el tinglado sociopolítico de las autoridades judías.

A los romanos les importaba un pimiento Jesús y su Reino. El Imperio actuaba brutalmente contra independentistas… Pero Jesús se presentaba como hombre de paz; su caballería, un burrito; sus soldados, pescadores y galileos casi todos, ¡incluso mujeres! «Sus ideas incendiarias» todo lo contrario a los nacionalismos; sus milagros portentosos, curar y atender incluso a empleados del Imperio; etc.

Jesús era plenamente consciente de lo que se le venía encima. De hecho, después de su entrada «pública» en Jerusalén y el lío que armó en el templo estuvo oculto hasta el jueves, en que celebró «su Pascua de la Nueva Alianza». Dejó meridinamente claro que «entregaba voluntariamente su vida» al Padre por el Reino.

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.