IV.1.0.01. Fiel a sí mismo con todas las consecuencias.
Una historia muy pequeñita: Aeropuerto de un país pobre. Un grupo de ejecutivos van corriendo mientras se ponen los abrigos, las bolsas en la mano… Perderán el avión. Uno de ellos tropieza contra una mesa, tira un cesto de manzanas de una vendedora, sigue corriendo. El compañero que le sigue advierte que la vendedora es una niña ciega que intenta recoger las manzanas a tientas; se detiene, ayuda a la niña ciega y se aleja. La niña le gritó: «¡Oiga! ¿Es usted Jesús?» El gesto de bondad le recuerda a Jesús. La imagen de Jesús que la niña tiene en su interior es la bondad…
Pero además de bondad, Jesús elaboró una imagen de Dios y de los Hombres muy diferente a la que se está viviendo…entonces ¡y ahora! Quizá olvidamos que Jesús también era Hombre. Que tuvo que decidir su destino, su vocación, sus ideas… y sus propósitos. Fue tomando decisiones muy difíciles, dolorosas, extrañas incluso, como la de no casarse, irse al desierto, predicar de manera diferente… ¿Qué idea, en cuanto hombre, tenía Jesús de sí mismo?
Él piensa para los seres humanos un futuro de acercamiento de Dios a los hombres… ¿Era consciente de las consecuencias de su predicación? ¿Veía venir los acontecimientos? ¿Qué sentido les daba? «¡Claro! como era Dios, sabíade antemano todo lo que iba a suceder…» Sí, pero no. Jesús era un ser humano; los seres humanos no podemos conocer el futuro exactamente. Si le quitamos esta incapacidad le quitamos su condición de hombre.
No es una herejía. Pensar así nos mete hasta la entraña misma en la mente y el corazón de Jesús. Pensar así de Jesús cuando nos encontramos «mareados» por las tormentas interiores de nuestras dudas, deseos, trabajos, ambiciones, fracasos, desilusiones, traiciones… nos lleva a lo que era habitual en él: rezar, orar, pasar noches enteras en oración al Padre. Nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos y a los demás y a mirar con cariño a cuantos nos rodean… Pero siempre «mirar» dentro del corazón humano para transformarlo a mejor… Nos lo dejó como encargo.
Jesús intentó mucho más. No era sólo una especie de curador de sentimientos. Jesús pretende una transformación radical de los seres humanos dándoles, además, sentido y destino: el Reino de Dios: paz, felicidad, fraternidad… y después, vida definitiva en Dios. Ahora le quedaba «echar la firma» de su idea de «la Verdad»: su propia entrega hasta la muerte. Al lado pondrá Dios su firma resucitándolo. Pidamos a nuestra Buena Madre nos ayude a comprender la vida de Jesús.
Padre nuestro, que estás en el cielo; Danos hoy nuestro pan de cada día. Amén |
Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo. Santa María, Madre de Dios, Amén |
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. |