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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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III.4.3.02. Seguidores de Jesús «porque hacía milagros»

Un compañero de estudios me decía: «Eso de los milagros de Jesús… no puede ser tal como se narran en los evangelios. Una multitud iría tras él constantemente«. Ni sí, ni no; ni lo contrario… Dos cosas:

Primeraen el mundo pagano también había «milagros». A su aire, pero los había: Templos de Esculapio… Entre los judíos, también. Hanina ben Dosa hacía llover y curaba a distancia…

Segunda: la cuestión básica está en el «significado» que damos a los milagros, no en el hecho mismo.

Supongamos que se corre la voz de que en Lourdes ya no habrá más milagros porque… «la Virgen se ha aparecido a una niña enferma incurable y le ha dicho que está harta de que los franceses no sean mejores cristianos» (o tontería similar). ¿Cesarían las peregrinaciones? Pues no. Porque la inmensa mayoría de las personas que van a Lourdes o Fátima «conocen» el significado de los milagros; de antemano saben que el milagro de curarse no será un acto automático, como si fuese magia… Que allí, el verdadero milagro es la renovación de la fe en Dios que experimentan muchos peregrinos, que allí son muchísimas las personas que «entran en otra dimensión humana» diferente del materialismo aterrador en que vivimos envueltos la mayoría de nosotros. ¿Qué dimensión? La espiritual, la de una auténtica VIDA en Dios que «convive» con la temporal y es tan real como ella… aunque «se ve» mucho menos.

¿Ocurría esto en tiempo de Jesús? ¡Sí! ¡Sin duda! Basta fijarse en las narraciones evangélicas. «Tu fe te ha salvado». «Si tienes fe, volverás a ver». «Si en Israel encontrase un poquito de la fe de esta mujer extranjera…». Etc.

La prueba del algodón: la resurrección o revivificación de Lázaro. «Muchos creyeron en Él»… Las autoridades presentes, de vuelta a Jerusalén, «decidieron matarlo».

La madre de un alumno de 13 años me contaba que su hijo «estaba desesperado porque Dios no le hacía caso curando a su padre; Dios no podía hacerle a él semejante faena!» Su padre sufrió hemiplejía muy severa. ¡El niño no pedía un milagro; lo exigía! Nunca entró en la dimensión fe – confianza. Quería un acto de magia, no un milagro de Dios…

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.