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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

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Desde: 24/09/2015

III.4.2.30. María, parábola de Jesús.

Jesús nos habló del Reino de Dios diciendo parábolas. Con ellas, viene a decirnos cómo debe ser el comportamiento humano si queremos constituir entre nosotros un modo de vida ajustado a nuestra condición de eso, de seres humanos. Jesús nos invita «a sacar lo mejor de nosotros mismos» para convivir con los demás como buenos hermanos hijos del mismo Padre Dios.

Jesús nos deja abiertos a un «futuro inagotable», personal y del conjunto de la Humanidad. Nos preguntamos: Ser cristianos es formidable; llevamos 20 siglos de cristianismo, ¿hemos logrado construir ese Reino? ¿qué tendríamos que haber hecho?

Las respuestas a estas preguntas serían auténticos tratados de miles y miles de páginas. Una cosa vemos con claridad:que cualquier persona que se hace seguidora de Jesús de verdad, termina siendo una persona muy positiva para la gente y ella misma se siente felíz… Y, en conjunto, todas estas personas cristianas de verdad, ahora y en la historia, han ido construyendo el Reino de Dios en multitud de acciones, a veces pequeñas, a veces grandiosas, siempre positivas, siempre «mostrando el rostro de Dios» por la bondad, la misericordia, el cariño, etc.

Si yo quiero ser realmente persona cristiana debo tratar de parecerme a Jesús. María, su Madre, se comportó como una auténtica cristiana. La fecundidad de su vida es inalcanzable; ¡pero no inimitable…! Marcha de prisa a ayudar a su prima Isabel. En la boda de Caná es una invitada más; ve el problema y acude a su hijo para que lo solucione. Sigue a Jesús hasta el pie de la cruz. Está entre los Apóstoles cuando el miedo los tiene atenazados (Pentecostés). Etc. No son muchas las cosas que los evangelios nos cuentan de María; pero más que suficientes para poder afirmar que Jesús hubiese señalado hacia su Madre para decirsnos: «Ahí tenéis realizada en una persona la perfecta cristiana; la mejor parábola que yo puedo deciros de cómo ir construyendo entre vosotros el Reino de Dios». María fue joven, madre, esposa… siguió las andanzas de su hijo, no le entendía pero esperaba, confiaba, meditaba, rezaba en su corazón. Tuvo fuerza para acompañarle cuando la espada de dolor atravesó su alma.

Cuando recemos a nuestra Buena Madre María, cuando le pidamos algo… sabemos con qué persona «cristiana hasta la médula» estamos hablando. Recemos el avemaría. Pidamosle que nos ampare «ahora» ¿Qué necesitamos «ahora»: fuerza de voluntad, compasión, paciencia, cariño…? Pidámosle todo eso y más. Recemos: 

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.