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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

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Desde: 24/09/2015

III.4.2.21. La oveja perdida, la moneda perdida.

Las parábolas de Jesús buscan escenas familiares a sus oyentes. Quienes lo escuchan, le entienden perfectamente. «Teorizar» sobre el Reino de Dios no vale la pena. Además, está hablando a gente imbuída en la mentalidad del Antiguo Testamento. Jesús quiere cambiar la idea de un Dios «nacional», exigente, castigador o premiador, etc. por la idea de un Dios – Padre/Madre de todos, «perdonador empedernido» de todos, que nos quiere a todos los seres humanos sin importarle la raza o la condición social o si somos varones o mujeres, listos o torpes, ricos o pobres, sanos o enfermos, o… Recordemos que entre los judíos, poseer riquezas, por ejemplo, era señal de la «bendición» de Dios; y padecer una enfermedad era señal de «castigo» de Dios… ¿Cómo podría cambiarles el chip de la justicia por el de la misericordia? Lo intentó con estas dos cortas y maravillosas parábolas:

«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el corral, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.» Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.

«O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas (monedas de poco valor), si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.» Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

Para pensar: Si Jesús estuviese ahora mismo aquí delante ¿tendría que contarnos éstas o similares parábolas para convencernos de que Dios Padre «existe»? ¿O de que bendecir a alguien, dar gracias, comunicar lo bueno que nos sucede, etc. es una manera de comportarse que «alegra el corazón de Dios»?

¿Podría ocurrir que se quedase mirándonos a los ojos y, sin palabras, nos dijese «chico, chica… andas perdidiño… por qué te escondes de mí»?

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.