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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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Desde: 24/09/2015

III.4.2.14. Perderse y buscar ¿dónde? A propósito del hijo pródigo.

El hijo menor se echó a perder como persona y se puso a buscar… Estado de búsqueda es la situación real de muchos jóvenes… ¡y mayores! También, muchas personas están en la vida sin saber para qué… ¡y tampoco se lo preguntan! Triste, pero…

«¿A quién pertenezco?» Respuesta: a mis preocupaciones: una pequeña crítica me deprime; una mínima alabanza me emociona…; hago lo que en cada momento se me antoja…; mis amigos deciden por mi… Parezco un barco a merced del viento. Me dejo llevar… El mundo que me rodea es mi dueño. Yo reacciono más que vivo.

Sí y si… El «sí» afirmativo es mío. El «si…» condicional me lo dicen los demás: si tienes una buena educación, si produces mucho, si eres importante… Pero estos condicionantes nos esclavizan más que nos liberan. Nunca podrán satisfacernos por completo, aunque en el momento nos gusten mucho.

Nos hacemos «adictos»… al dinero, al poder, al quedar bien… a «ser más cada vez». Cojo mis dones (salud, estudios, posición…) y los pongo al servicio del mundo que me rodea y que vive sin necesidad de Dios. Desde esta situación son muchas las personas que elevan su grito interior de querer volver a la casa del Padre Dios.

El padre de la parábola nunca retiró su amor al hijo atolondrado. Le dejó marchar aunque preveía lo que iba a pasar…Dios no retiene a nadie a la fuerzaDios respeta nuestra libertad. Dios podría barrer de un plumazo las consecuencias de nuestras maldades. Pero nos deja libertad y que sintamos la nostalgia del hogar; que sintamos la necesidad de que seamos nosotros los que barramos la casa de esta aldea global.

Quizá algún creyente se diga: «Sí. De acuerdo. Dios nos quiere a todos y respeta nuestra libertad. Pero ¿qué ocurre con «los malos»? ¿Puede ser el infierno, alejamiento definitivo de Dios, su situación eterna?» La idea del infierno es una respuesta que nos deja insatisfechos a muchísimos cristianos. Pero también sentimos la necesidad de una justicia definitiva. El padre de la parábola espera. Si el hijo no hubiese vuelto arrepentido ¿qué sería de él? La parábola no toca este tema. Pero sí deja meridianamente claro que Dios nos quiere a todos muy por encima de nuestos pecados, de nuestras opciones vitales, seamos creyentes, increyentes o agnósticos. Dios nos quiere a todos.

Hágase tu voluntad… (aunque no entendamos nada o muy poco)… Amén. Así sea.

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.