II.2.1.04. Ángeles y pastores como testigos. Creer y comunicar.
Narración de San Lucas:
Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban su rebaño por turno durante la noche. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo:
“No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”
Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
Y sucedió que cuando los ángeles, dejándolos, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.
María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
La aparición del Mesías es revelada por Dios ¿a gente importante? Nada. Se comunica a unos pastores… Los pastores no solían ser propietarios del ganado. Se los consideraba toscos, poco honrados… La gente más humilde es la elegida para mostrar a los demás el misterio del Enmanuel, el «Dios con nosotros».
Los pastores van, miran y creen: un coro de ángeles se une a su entusiasmo. Piensan en comunicar su alegría a toda la gente.
Los buenos cristianos, en cuanto experimentan de verdad la cercanía de Jesús a sus vidas, lo comunican, sienten la necesidad de propagar la noticia… María «meditaba en su corazón«. Ella también necesitó tener fe y confianza. Realmente fue «nuestra hermana en la fe»…
¡Qué difícil es creer ahora! Digámoselo a nuestra «hermana en la fe». Después nos resultará fácil comunicar a los demás «lo que hemos visto y oído«.
En la misa rezamos: Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria, te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias Señor, Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.
Padre nuestro, que estás en el cielo; Danos hoy nuestro pan de cada día. Amén |
Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo. Santa María, Madre de Dios, Amén |
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. |