II.1.1.21. Nacimiento de Juan el Bautista. Himno-oración Benedictus.
Lo cuenta San Lucas:
“Isabel dio a luz. Sus vecinos y parientes fueron a felicitarla… A los ocho días llevaron a circuncidar al niño y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero la madre dijo: No. Tiene que llamarse Juan.
Entonces preguntaron por señas al padre para saber qué nombre quería ponerle. El padre pidió una tablilla y escribió: «Su nombre es Juan». Todos se quedaron admirados. Zacarías, el padre del niño, lleno del Espíritu Santo y hablando en profecía, dijo:
- «¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a rescatar a su pueblo!
- Nos ha enviado un poderoso Salvador, un descendiente de David, su siervo.
- Esto es lo que había prometido en el pasado por medio de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos…
- Este es el juramento que había hecho a nuestro padre Abraham: que nos libraría de nuestros enemigos, para servirle sin temor, con santidad y justicia, y estar en su presencia todos los días de nuestra vida.
- En cuanto a ti, hijo mío, serás llamado profeta del Dios Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer saber a su pueblo que Dios les perdona sus pecados y les da la salvación. Porque nuestro Dios, en su gran misericordia, nos trae de lo alto el sol de un nuevo día para iluminar a los que viven en la más profunda oscuridad, para dirigir nuestros pasos por un camino de paz.»
El niño crecía y se hacía fuerte espiritualmente… hasta el día en que se dio a conocer a los israelitas… predicando un bautismo de arrepentimiento junto al río Jordán.”
Recemos nosotros:
- Bendito seas, Señor, por todos nosotros. Tú te hiciste uno más entre nosotros.
- No sospechábamos que tu cariño por nosotros fuese tan grande.
- Nos enviaste a Juan , el Bautista, para que nos hablase de la necesidad de pedirte perdón y perdonarnos entre nosotros.
- Te pedimos que nuestra vidas estén siempre iluminadas por el sol del nuevo día: que dirijamos nuestros pasos por los caminos de la paz verdadera, la de las personas… no sólo la paz que imponen los poderosos.
- Alabado seas, Señor. Te lo decimos como hermanos de Jesús. Él nos enseñó a rezarte con esta confianza.
- Gracias, Padre.