Get Adobe Flash player

Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

Visitas hoy: 51
Visitas Totales: 105640
Desde: 24/09/2015

I.2.1.08-bis. Dios nos quiere ¿fácil de entender?

La respuesta es un «no» contundente. Veamos:

La tierra en el espacio: en el universo, representa muchísimo menos que un granito de arena en una playa.

La tierra en el tiempo: el big-bang se produjo hace 16.000 millones de años. La parte de corteza terrestre emergida sobre el nivel del océano, la Pangea («toda la tierra», en griego), «es una jovencita»: empezó hace unos 600 millones de años.

El ser humano en la tierra: El Homo sapiens sapiens, nosotros, aparecimos hace unos 100.000 años. De historia constatable, 10.000. Si «apretamos» los 600 millones de años en 24 horas, los 100 años de vida de cada persona (que ya es mucho suponer) se reducen a … ¡una centésima de segundo!

Bueno. Pues resulta que a esta insignificancia del universo… ¡Dios la quiere! ¡Y la quiere de una forma especialísima! Tan, tan especial… que se hizo uno más de nosotros para que aprendiésemos a querernos como Él nos quiere. ¿Puede ser fácil de creer esto? De ninguna manera. En primer lugar: eso de que aparezcan unas «motitas de nada» capaces de pensar y querer ya es algo tan improbable que sólo porque estamos seguros de que cada uno de nosotros es «una de esas motitas» podemos aventurarnos a decir que existimos. Fijémonos bien: los animales piensan y sienten; pero son incapaces de pensarse a sí mismos como lo hacemos los seres humanos (…¡la que se iba a armar si pensasen!)

Ante esta improbabilidad tan descomunal, se dan de hecho dos posturas:

La de quienes creemos que, aunque parezca imposible, sucedió y aquí estamos porque el autor del universo quiso que sucediese. Somos creación de Dios.

Y la de quienes piensan que «eso» fue pura casualidad: lo mismo que existimos podríamos no haber existido. Somos fruto de una casualidad y, dentro de ella, de una evolución también casual.

Sin saber la cantidad de cosas que sabemos ahora, el salmista de la Biblia se quedaba extasiado y cantaba:

Señor Dios nuestro
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Cuando contemplo el cielo,
obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el Hombre
para que te acuerdes de él;
el ser humano para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando
sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar que trazan sendas por el mar,
¡todo lo sometiste bajo sus pies!

Señor Dios nuestro
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!