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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

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VI.3.6.07-ter. Conmemoración de todos los difuntos. 2 de noviembre.

Al día siguiente de Todos los Santos, 1 de noviembre, los católicos rezamos por todos los «difuntos». Como el 1 es festivo laboral, pero no el día 2, la gente aprovecha el festivo para acercarse a las tumbas de sus seres queridos. Terminan confundiéndose ambas celebraciones.

Lógicamente, los difuntos que más y mejor recordamos son aquellas personas que más quisimos en nuestra vida. La manera más común de honrarlos externamente es «poner flores» en sus tumbas. Es una expresión universal de cariño; se hace en todo el mundo y en todas las culturas, independientemente incluso de que las personas sean creyentes o no.

Actualmente, muchas personas deciden antes de morir, o sus familiares después, que sus cuerpos sean incinerados. Sus cenizas suelen ser conservadas en urnas o dispersadas en lugares determinados. A fin de cuentas, incinerar los cuerpos es hacer artificialmente mediante un calor muy intenso lo que haría la naturaleza en muchos años. Nuestros cuerpos son «materia» y al dejar la vida biológica vuelven a ser «tierra». Este es un proceso químico-biológico perfectamente conocido. Para los creyentes este proceso tiene poca importancia. Pero honramos los cuerpos de los difuntos con agua bendita e incienso en recuerdo de que somos «templos vivos» por el bautismo.

Lo importante es la «otra vida», la espiritual, la que nos permite asomarnos a ese abismo de luz que es Dios, nuestro Padre, el Abba que decía Jesús. Ya es vida intemporal pero plena, y feliz, y definitiva, y gozosa, y… impensable siquiera, pero real. Requiere fe, claro. San Pablo decía que «ni ojo vio, ni oído oyó, lo que Dios nos tiene reservado». Por su parte, Jesús nos dijo «que se iba al Padre; que en la casa de su Padre hay muchos lugares preparados para nosotros».

La inscripción que hay en la tumba de Unamuno, un permanente buscador de sentido a la vida y a la muerte, dice así:

“Méteme, Padre eterno,
en tu pecho,
misterioso hogar;
dormiré allí,
pues vengo deshecho,
del duro bregar”.