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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

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Desde: 24/09/2015

V.3.1.02. Constitución del «nuevo pueblo de Dios». Pentecostés.

Pentecostés:

Diez días después de la Ascensión, por la mañanita, reunidos con María, la Madre de Jesús, rezando juntos, sucedió que sintieron como un viento impetuoso en toda la casa y aparecieron como lenguas de fuego que iban a posarse sobre sus cabezas.

Todos se sintieron fuertes en su fe, llenos del Espíritu Santo que Jesús les había prometido… transformados por dentro, seguros de sí mismos y de su fe como nunca antes habían experimentado. Se asomaron al balcón, salieron a las calles; cualquier lugar les valía para «gritar» a todos los viandantes «su verdad», la que habían ido descubriendo junto a Jesús y la que sentían ahora como capaz de dar pleno sentido al pueblo judío y a cualquier pueblo.

Algo muy extraño: aquellos hombres y mujeres eran galileos, hablaban arameo… pero cada uno los entendía como si hablasen su propio idioma… Y eran muchos idiomas diferentes, pues había gente de todo el Imperio.

Para los judíos, Pentecostés era la fiesta de «su Constitución». Celebraban la entrega de la Ley a Moisés en el Sinaí.

Para los cristianos, ese día fue el de «la constitución oficial del nuevo pueblo de Dios«, universal, no restringido sólo al judío. «Pueblo nuevo» con una sóla ley: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo… incluso si es enemigo; y esto, porque nuestro Padre Dios nos quiere a todos y, por tanto, todos, todos, somos hermanos: hombres, mujeres, ricos, pobres, humildes, poderosos…

El Pentecostés cristiano es la superación simbólica de la Torre de Babel. Tras el diluvio universal del que sólo se salvaron unos pocos, los hombres quisieron construir una torre tan alta, tan alta, que fuera imposible sumergirla. Pero «Dios confundió sus lenguas» y no pudieron acabarla. Explicación legendaria de la diversidad de idiomas y, aun más importante, de la incapacidad de los hombres para «salvarse», incluso material y temporalmente, prescindiendo de Dios. La Torre de Babel es el símbolo de la soberbia humana: prescindir de Dios porque la Ciencia basta.

Imaginemos que Jesús va por la calle va poniendo «la insignia de ciudadano cristiano» en la solapa de quienes lo son… ¿te la pondría a ti?

Padre nuestro, que estás en el cielo;
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Y líbranos del mal.

Amén

Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
Ruega por nosotros, pecadores,
Ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.