¡¿Jesús de Nazaret?! ¡Ah, sí!

El final del evangelio de San Mateo dice así:

Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»

San Mateo recuerda otras palabras de Jesús: «Estaré con vosotros hasta el fin del mundo». El evangelio de San Mateo se escribió en los años 80, después de la destrucción total de Jerusalén en el año 70. Por entonces, los cristianos ya eran perseguidos en el Imperio. Confiaban en la presencia de Jesús… pero no de la misma forma que miestras vivió en la tierra.

También les había dicho Jesús: «Cuando dos o más de vosotros os reuniereis en mi nombre, allí en medio estaré yo con vosotros». Esta presencia de Jesús es real, pero espiritual, sobrenatural. Esta presencia sigue siendo la explicación de la fortaleza de los cristianos. La permanencia de la Iglesia a pesar de los ataques sufridos a lo largo de la historia y, quizá más todavía, a pesar de los errores cometidos por la Jerarquía y los cristianos, no tendría explicación sin esta presencia.

Debemos y podemos trabajar muchísimo, hasta agotarnos incluso, para que la Humanidad mejore: más justicia, mejor reparto de la riqueza… Todo lo que se nos ocurra. Sin olvidar jamás que «recibiréis el Espíritu Santo», el que clama en nosotros Abbá, Padre… el que nos da fortaleza, sabiduría… sentido del vivir y trabajar… sentido incluso al sufrir.

Cuando un grupito, o muchos, de jóvenes se reúnen para preparar una acción solidaria, por ejemplo, o la celebración de la Pascua, o… entre ellos, como uno más, está Jesús.

Ejemplo de un hombre que sintió «la llama del Espíritu» cuando se encontraba muy lejos de cualquier cenáculo de Apóstoles y María, la Madre de Jesús… Joaquín Zuazo:

UN CONVERSO APASIONADO POR ÁFRICA. De marxista, cocainómano y pinchadiscos a voluntario con niños en Burundi.

La vida de Joaquín Zuazo fue de copa en copa, de disco en disco, de raya en raya. Un día de frío helador, sintió que algo cambiaba. Ahora vive en Burundi, rodeado de niños a los que acoge, enseña y quiere. Se lo debe todo a la Virgen de Schoenstatt, de la que es devoto.

En el año 2012 cumple 30 años. Es un hombre joven de hoy mismo ¿Qué le pasó? La entrevista es muy larga para verla en un ratito mañanero. Sólo copiamos aquí este parrafito:

— Estaba en un grupo de vida, en el que nos reuníamos para vivir la fe. Normalmente era los miércoles. Solíamos acabar con una oración en el santuario de Schoenstatt, en Madrid. Lo hacíamos con la costumbre de rezar en alto cada uno. En ese momento dije: «En septiembre dejo el trabajo y en enero me voy a Burundi». Lo sentí, salió de mí y como no sé guardar los secretos, al día siguiente ya lo sabían mis padres, mis jefes y todo el mundo. En principio nadie se lo creyó (sonríe), pero bueno…