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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

StatPress

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Desde: 24/09/2015

IV.4.1.11. María. Eucaristía.

Supongamos una situación trágica, trágica, de esas de película. Una chica joven, lista, agraciada… con un futuro importante por delante. Pero algo se tuerce en su vida: está hondamente enamorada de un joven; ni se le ocurre pensar que pueda traicionarla… Pero descubre que sí lo hace: anda tonteando estúpidamente con una medio amiga suya. Su «hombre ideal» se viene abajo. Por primera vez en su vida experimenta qué es odiar… Como las desgracias nunca vienen solas, a su padre le van muy mal las cosas en la empresa, se arruina económicamente y tienen que dejar la maravillosa casa en que vive junto con su madre y sus dos hermanos más jóvenes que ella. El ambiente en casa se hace irrespirable. Su «adorada mamá» bebe; se muestra débil; parece no importarle los problemas de su marido excepto en que prevé la falta de dinero… Una escena terrible: su madre, algo bebida, se ríe e insulta a su marido cuando éste la confiesa que está pensando seriamente en suicidarse. La joven queda desolada. Sus hermanos, adolescentes aun, tratan de ocultar con rabia impotente sus lágrimas… (Bueno… El guión no está basado en hechos conocidos… pero podría.)

La «persona cristiana» inmersa en una tragedia así, ¿cómo reacciona? Pues como cualquier otra persona… Los cristianos y cristianas no somos diferentes. Pero sí tenemos una fuente de fortaleza especial: Acudir a Jesús, acercarse a una iglesia, mirar el sagrario, contarle lo que pasa, pedirle luz y fortaleza… Y en cualquier circunstancia. ¿Habéis intentando hablar con él cuando una alegría inmensa rebosa de vuestra alma (enamorados, nuevo trabajo, aprobados, etc.)?

Pues resulta que María fue el «primer sagrario» pues tenía dentro de sí a Jesús no en forma de signo sacramental, sino real. Ella «tenía a Jesús y se comunicaba con él como ni siquiera podemos imaginar». Cuando hablamos de situaciones difíciles, trágicas… o felices, ilusionantes… cuando sentimos vivir a tope, el «trato» con Jesús eleva nuestro espíritu al nivel ideal de la vida. A Jesús siempre lo encontraremos en el regazo o en el corazón de María. Acercarnos a María a contarle nuestras cuitas es vivir a fondo; mucho más a fondo que lo que logran quienes no creen, quienes se quedan en el nivel meramente «humano» de la mente y la afectividad naturales. Jesús supo muchísimo de sufrimiento moral y físico. María experimentó cómo «una espada de dolor atravesaba su alma». Dirigirse a ellos en los momentos difíciles o felices es lo más natural y reconfortante para cualquier cristiano que se estime como tal. Son los momentos en que nuestra fe puede pasar de ser «más o menos» cultural, muerta, a «ser fe viva y vivida».

Recemos el «acordaos» mientras escuchamos la canción de Kairoi.

ACUÉRDATE, MARÍA

Acuérdate, oh Virgen María
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a ti
implorando tu asistencia,
reclamando tu socorro,
haya sido abandonado de ti.

OH, OH, MARIA, OH, OH, MARIA,
OH, OH, MARIA, OH, OH, MARIA.

Acuérdate, oh Virgen María
que eres Madre del amor,
y nos amas cuando amamos en el Señor.
Confiados en tu mano,
hoy venimos ante ti
con un canto de alegría en el corazón.