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Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret

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Desde: 24/09/2015

III.4.6.12. A. La Bienaventurada Virgen María… rezar a María. Salve.

María de Nazaret, la Madre de Jesús, tiene su historia. Y como en la de Jesús, no es tan importante su significado temporal como su significado social, religioso. Sin la devoción a María la cristiandad sería «otra cosa» muy distinta.

María es «una copia» espiritual de Jesús: Nadie como María estuvo unida con la vida y mensaje de Jesús hasta su muerte y resurrección.

«Siempre encontramos a Jesús en sus brazos o en su corazón». Nadie como ella entendió «el mensaje» de Jesús y nadie como ella lo siguió tan de cerca ni tuvo tan dentro el «corazón de Dios»… Jesús nos dijo que su Padre Dios nos quería «a todos»; los cristianos estamos seguros de que «todos» estamos en el «corazón de María».

En el siglo III circulaba entre las comunidades cristianas una oración cortita dirigida a María en la que se la invocaba como Madre de Dios. La devoción fue creciendo. Los testimonios de fe y confianza que los cristianos del mundo entero hemos tenido siempre en María son innumerables: santuarios, advocaciones, prácticas piadosas, etc.

Hoy recordamos el rezo de «la salve», la primera palabra, en latín, con la que empieza una de las oraciones más populares a María: «Salve Regina…». Se atribuye esta oración, llena de humildad y tristeza, a San Pedro de Mezonzo, Obispo de Compostela, en el siglo XI. Los vikingos bajaban por mar desde sus heladas tierras hasta las rías gallegas. Robaban cosechas y animales, dejaban desgracias en abundancia y se volvían a sus tierras del frío y la noche. Los señores de la región se vieron obligados a construir fortalezas como las de Catoira, con cadenas enormes para cortar el paso de las naves. Este ambiente explica perfectamente la letra de la oración en que se pide protección y amparo a la Reina, Madre de Misericordia.

Lo del “valle de lágrimas” en nuestro mundo puede parecer excesivo. Depende de cómo se miren las cosas: la invasión del ateísmo es desastrosa. No deja muertos corporales aunque sí «zombis espirituales».

Escuchamos el canto de esta oración en latín y en gregoriano. Para rezar, damos también la letra en castellano.

Canto de la salve

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia.
Vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos.
Y, después de este destierro,
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Salve, Regina, mater misericordiae;
vita dulcedo et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exules, filii Evae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes
in hac lacrimarum valle.
Eia ergo advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictus fructus ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pía, o dulcis Virgo María.

 

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